domingo, 14 de septiembre de 2014

Lacan y el nombre del padre


Me llamó la atención la cantidad de autores lacanianos argentinos en las librerías Paidós y El Ateneo de Buenos Aires. A mí me gusta mucho la parte de su teoría que habla del “nombre del padre”, en la que propugna la importancia de la existencia de “un otro” en la estrecha e intensa relación madre-hijo, relación psíquica y física, que establecemos con nuestras madres desde el inicio de nuestras vidas. Lacan propone aceptar que en la mente y en la vida de la madre hay otro y otros: su pareja, su trabajo, sus intereses, y por tanto no somos todo para ella, no la completamos. Asimismo, las madres “no poseen a los hijos”, no son de su propiedad, y así como el padre interdicta en esta diada madre-hijo, el padre también está atravesado por interdicciones. En suma, somos seres sujetos a leyes, leyes de otros, como los de la sociedad y la cultura.
En este escrito quiero referirme a los conceptos de la teoría del psicoanalista francés Jacques Lacan, que han resonado y resuenan más en mí, que me hacen mucho sentido en la comprensión de las relaciones entre los seres humanos en general, y sobre todo en la comprensión de la clínica.

Estos conceptos son: falo, goce, completud/incompletud, Complejo de Edipo, castración, nombre del padre. Asimismo, los ilustraré comentando el caso Nimrod, paciente del psicoanalista argentino Daniel Schoffer, cuya obra “La función paterna en la clínica freudiana”, es uno de los textos que estoy tomando como base.

Qué es el Falo?


El concepto de Falo hace referencia a que quien lo posee está en una posición mejor respecto a quien no lo tiene. A través de este símbolo, se ordena y reparte los papeles de la escena vital. Quién lo tiene? A quién le falta?  Quién quisiera serlo? Padre, madre e hijo.
Los roles están definidos en relación a la posesión o carencia del falo, lugar que le corresponde a cada quién en la estructura.
El falo no es el pene. El falo es un símbolo, su valor está dado por lo que representa. El falo cobra preponderancia en la fase fálica de la sexualidad infantil, que está regida según la presencia o ausencia del pene: el pene tiene pregnancia, táctil y visual, se impone a la percepción como presente o ausente, es un órgano cuyo tocamiento suscita intenso placer, por lo que el niño le confiere alta carga libidinal, y le sería un horror perderlo. El falo es aquello que se quiere tener (mujer), y no se quiere perder (varón).
Para Lacan, el falo es el significante del deseo, lo que nombra al deseo. Se  desea lo que no se tiene,  está fundado en la carencia.
El Complejo de Edipo, consiste en una dialéctica en la que las principales alternativas son: ser o no ser el falo, tenerlo o no tenerlo, independientemente del sexo del niño, y presenta tres tiempos, centrados en el lugar que ocupa el falo en el deseo de los tres protagonistas. Para Lacan es como si el niño(a) estuviera ante una alternativa: o la madre o el padre. La madre sería la condenación a la dependencia de la demanda, el padre es el acceso al deseo, y por tanto se puede decir que es una especie de salvación, origen y representante de la cultura y de la ley, porque detenta el falo que puede dar o negar.

Los 3 tiempos del Complejo de Edipo

Lacan propuso una lectura estructural del Complejo de Edipo, que hace hincapié en la relación entre el deseo y la ley, en el sentido de que toda sexualidad “natural” es incestuosa, y que en el ser humano está interdicta por el padre.

Tiempo I: Identificación con el deseo de la madre





Se da la relación madre-falo-niño. El niño se ubica (y es ubicado), con todo su cuerpo, como el falo que completa, asumiendo una posición pasiva, ya que se identifica con el deseo de su madre, no con su propio deseo. El niño se encuentra en una relación especular con la madre que lo sujeta de tal manera, que para poder satisfacer sus deseos, debe satisfacer el deseo de ella: ser el falo que la completa.

Para poder constituirse como sujeto, el niño debe salir de esta célula narcisista que lo condena a  quedar atrapado con su libido narcisística hipotecada por la madre, y sin poder disponer de esta libido para investir otros objetos. Se impone la presencia de una instancia interventora, el padre.

Tiempo II: Intervención del Padre (con anuencia de la madre)


Interviene el padre, aparece el Otro del otro, con su ley.
Priva al niño del objeto de su deseo (incesto), y a la madre del objeto fálico (reintegración de su producto). El padre establece que él tiene aquello que satisface a la madre, la falta queda representada por lo que el padre tiene: pene.
Tiene función de corte que protege al niño de quedar atrapado en la posición narcisista de “creerse el falo de la madre”, un objeto de fabricación materna, que lo puede condenar al goce de la fusión/confusión imaginaria. Esta irrupción del padre, introduce el concepto de castración.
Reubica el deseo de la madre. Dicta el NO. Se anuncia como aquél, que sin ser el falo, es portador de aquello que la madre desea. El padre promueve que la madre recupere su condición de mujer, y que asuma su “castración”, que nadie va a llenar lo que a ella le falta (añoranzas de completud). 

La madre se hace cargo del cumplimiento de la ley, otorga autoridad al padre, facilita su ingreso a la diada madre-niño. 

El niño, por temor a la castración, resigna a ser “el todo para la madre”, o sujeto de amor del padre.
 

Tiempo III: Identificación con el Padre, aceptación de la Ley


De padre negador (NO al niño, NO a la madre), pasa a ser un padre dador. El padre le hace una promesa al niño, “con esta persona no, con todas la demás sí”. El padre se convierte en el centro del drama edípico, no el padre biológico ni imaginario, sino el padre nombrado como padre, el padre como significante, que al establecer lo que está prohibido y permitido, ordena simbólicamente el mundo libidinal del niño.
Sólo a través de asumir la castración, será posible que el niño aspire, en un futuro, a “tener el falo”, o a trasmitir la ley. El padre es portador de un nombre que a su vez le fue dado por otro hombre, su propio padre. El niño renuncia a su condición de ser el falo, para ingresar a lo que permitirá “tener”. El varón se identifica con su padre, y la niña (asume el no tener) con su madre.
La aceptación de la Ley del padre produce una primera sustitución metafórica: se reemplaza el significante falo por el “nombre del padre”.  Poseer el falo es reemplazado por poseer el nombre del padre, ya que esta posesión identifica la posición del propio padre en la estructura.  

Lo que se impone es la castración. Nos aliena en la estructura del lenguaje y la cultura. El Otro al dictar las leyes del lenguaje que nos estructura, y de las relaciones de parentesco que establecemos, dicta también las normas a las que se subordinarán nuestros deseos.

Las distintas maneras en que el individuo se inscribe en esta ley de la prohibición del incesto, así como los distintos mecanismos con los que se defiende de la inscripción interdictora, son determinantes del modo en que cada sujeto articula y diferencia el mundo de la fantasía, del mundo de la realidad. 


Qué significa aceptar la Castración?

No se refiere a un corte del cuerpo, en absoluto, se refiere a aceptar al hecho de que el ser humano, está marcado por la imposibilidad del goce absoluto.
La castración se hace efectiva cuando el sujeto se da cuenta de que el deseo materno se orienta a otra parte, hacia un otro, un Nombre del Padre, que permite situar el misterio del falo.
Aceptar que uno no es completo, que no se podrá jamás tener pene si se es mujer, y que la angustia de castración estará siempre presente, si se es hombre.
Jose Milmaniene se refiere a ese deseo de completud en dos frentes: bisexualidad e inmortalidad. “Se vive en un cuerpo sexual y se soporta condición perecedera: fuente de toda protesta neurótica. Por eso el neurótico enferma, dado que no puede asumir una condición existencial marcada por la implacabilidad de una elección forzada: para soportar la vida se debe aceptar que no se es el Falo, ni se lo tiene”. “La mujer tiene angustia por no tener su falo imaginario faltante. El hombre tiene angustia de sus aspectos pasivos homosexuales mal elaborados, desea superar su pasividad”.
La sexualidad significa diferencia, y aunque ésta puede ser amenazante, la castración nos da la posibilidad de aceptar la diferencia, asumir el ser hombre o ser mujer.
Asumir la castración es modificar la actitud existencial frente a ella, merced al saber sobre la falta, y no negarla, desmentirla o repudiarla. De lo que se trata, es de no intentar eludirla con las estrategias neuróticas, perversas o psicóticas, sino dejarse atravesar por la castración entendida como un saber fragmentario sobre la falta de toda completud.
Si el sujeto logra trocar en metáfora creativa su envidia de pene o su angustia de castración, hasta el extremo mismo de aceptar un núcleo opaco e irreductible de la metaforización, podrá entonces ecuacionar la carencia fálica con los hijos, con la poética del amor, o con la creación de alguna obra.

Comentarios caso Nimrod

Nimrod está pegado a su madre, y a cualquier otro objeto que lo representa: Isabel (esposa), María (amante) o el analista, tal como se da en el primer tiempo del Edipo, es el falo que completa a la madre. Es el callo del pie de la madre.
Nimrod queda atrapado en el deseo materno:
  • Renuncia a la oferta de ir a trabajar en el extranjero con el hermano, y se convierte en ingeniero de caminos, carrera que no le interesaba.
  • Se casa con Isabel, mujer que escoge su madre, y que tiene características similares a ella
  • En la transferencia, tiene dependencia con el analista, se aprecia cuando pide aumento de sesiones semanales, lo que denota el deseo de fusionarse con él, ofreciéndose como el falo que lo completa. 

Ha habido una falla en la función paterna del padre:
  • No ha logrado la interdicción que separa al niño de su madre, por el contrario, su prohibición ha sido “no dejar sola a su madre”, por ende le ha cortado la vía exogámica.
  • La palabra del padre aparece como atributo engañoso de la paternidad. 
  • Ha habido deficiente identificación con el padre, quien también tiene dificultad en elección de objeto sexual (padre deseaba a otras mujeres y no a la madre)

Nimrod siente angustia de castración:
  • si se separa de la madre, porque queda sometido al padre terrorífico y amenazante de su mente
  • frente al padre rival, en la realización imaginaria del deseo incestuoso con la madre, al tocar sus piernas.

A manera de conclusiones:

La madre remite al padre en la medida en que hay para ella un resto de deseo que no se agota en el deseo del hijo.  Deseo de la madre que frustra al niño, en la medida que lo obliga a abandonar la posición imaginaria en la que se vive a sí mismo como el falo-cuerpo que completa a la madre.
Esta operación se hace posible porque el deseo de la madre dice que hay un otro, que proporciona otro goce que el niño no le puede dar.
La función paterna, que consiste en la remisión que la madre hace del niño al padre, y la interdicción del incesto y del parricidio por parte de éste, filian al niño, simbolizándolo como hijo de una pareja y protegiéndolo de la posición imaginaria de ser creado para sustraer a otro de la falta constituyente, es decir, de la desmentida materna de la castración.
Para que esta palabra paterna, que es “don” y nombramiento tenga valor de ley, tiene que estar significada por el otro materno.
Sólo si la madre da al padre el niño, sólo si la madre lo designa como aquél que cuenta para ella, como amado y deseado, habrá eficacia de la función paterna; porque sólo a través del deseo de la madre el niño es referido al nombre del padre, que en tanto interdictor y donador, implica renuncia pulsional incestuosa y al mismo tiempo acceso al mundo de la cultura.

Bibliografía
Nasio, Juan David, “Enseñanza de 7 conceptos cruciales del psicoanálisis”, 1988
Bleichmar, Norberto,  El Psicoanálisis después de Freud, “Lacan. Teoría del sujeto entre el otro y el gran otro”, 1989
Milmaniene, José, “La Castración”, www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=854
Schoffer, Daniel, “La función paterna en la clínica freudiana”, 2008
Curso “Lacan”, dictado por la psicoanalista Dunia Samamé, en la formación de Psicoterapia Psicoanalítica, CPPL, 2013.














No hay comentarios:

Publicar un comentario